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Conmoción cerebral en niños y adolescentes: cómo cuidar el cerebro en recuperación


Un golpe en la cabeza puede parecer algo menor, pero en los niños y adolescentes, el cerebro merece una atención especial. Las conmociones cerebrales, también llamadas traumatismos craneales leves son más comunes de lo que imaginamos, especialmente en deportes, juegos o caídas cotidianas. Lo importante no es solo reconocerlas, sino saber cómo manejarlas correctamente para evitar complicaciones y favorecer una recuperación segura.


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¿Qué es una conmoción cerebral?


Una conmoción cerebral ocurre cuando un impacto, una caída o un movimiento brusco hace que el cerebro se sacuda dentro del cráneo. Esta fuerza puede alterar temporalmente la función normal cerebral, sin causar necesariamente una lesión visible en una tomografía o resonancia.

Los síntomas pueden aparecer de inmediato o varias horas después del golpe, y suelen incluir


  • Dolor de cabeza o presión en la cabeza.

  • Mareos, visión borrosa o dificultad para concentrarse.

  • Náuseas, sensibilidad a la luz o al ruido.

  • Cambios en el sueño, el ánimo o el rendimiento escolar.


En los niños más pequeños, los signos pueden ser más sutiles: llanto persistente, irritabilidad o cambios en el apetito.


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¿Qué ocurre en el cerebro tras una conmoción?


Después del golpe, el cerebro entra en un estado de desequilibrio energético y químicos las células nerviosas intentan restablecer su funcionamiento, pero necesitan tiempo y reposo aunque no haya daño estructural, el cerebro queda más vulnerable: un nuevo golpe antes de recuperarse puede generar una lesión más grave llamada síndrome del segundo impacto, potencialmente peligrosa.

Por eso, el principio más importante del manejo es claro, nunca apresurar el retorno a la actividad física o mental.


Diagnóstico y manejo: el descanso inteligente


El diagnóstico de una conmoción es clínico, es decir, basado en los síntomas y la evaluación médica. En la mayoría de los casos no se necesita una tomografía, salvo que existan señales de alarma, como vómitos repetidos, pérdida de conciencia prolongada o alteraciones neurológicas.


El manejo se centra en dos fases clave


Fase de reposo inicial


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Durante las primeras 24 a 48 horas, se recomienda reposo físico y mental:

  • Evitar pantallas, videojuegos, tareas escolares, deportes o estímulos intensos.

  • Mantener un ambiente tranquilo y permitir el descanso.


El objetivo no es el aislamiento total, sino reducir la sobreestimulación cerebral.


Fase de reincorporación gradual


Tras esos primeros días, el niño puede comenzar una vuelta progresiva a sus actividades, siempre sin que reaparezcan síntomas .El proceso suele seguir cinco etapas:


  1. Actividades escolares o cognitivas leves (lectura, tareas cortas).

  2. Actividades escolares regulares, sin deporte.

  3. Ejercicio físico leve (caminar, bicicleta estática).

  4. Entrenamientos sin contacto.

  5. Regreso completo al deporte o actividad física.


Cada paso debe hacerse solo si no hay síntomas durante 24 horas. Si reaparecen, se vuelve al nivel anterior.


El médico o el equipo escolar puede usar escalas estandarizadas (como SCAT5 o herramientas de evaluación pediátrica) para monitorear la evolución.


Recomendaciones prácticas y señales de alerta


Durante la recuperación:


  • No administrar medicamentos sin indicación médica.

  • Favorecer el sueño y una buena hidratación.

  • Mantener comunicación abierta entre padres, maestros y médico.

  • Evitar deportes de contacto hasta recibir autorización profesional.


Buscar atención médica urgente si el niño presenta:


  • Dolor de cabeza intenso o que empeora.

  • Vómitos repetidos.

  • Dificultad para hablar o caminar.

  • Somnolencia excesiva o confusión.

  • Cambios en el comportamiento o convulsiones.


La mayoría de los niños mejora en 1 a 3 semanas, pero algunos pueden tener síntomas persistentes. En esos casos, se recomienda una evaluación por neurólogo infantil o especialista en rehabilitación cognitiva.


El cerebro infantil es fuerte, pero también delicado tras una conmoción, el descanso no es una pérdida de tiempo: es una inversión en el bienestar neurológico cada niño necesita su propio ritmo de recuperación, y apresurar el regreso a las actividades puede poner en riesgo su salud a largo plazo. Escucha los síntomas, acompaña con paciencia y confía en el proceso. El cuidado, la calma y la orientación médica oportuna son las mejores medicinas para un cerebro en crecimiento.


Dra. Charinna Di Vanna

Neuróloga- Internista.


 
 
 

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